En esta jornada del 10 de diciembre se celebra la Declaración Universal de los Derechos Humanos
Pero es que además, este Día
presenta, cada año, la oportunidad de celebrar los derechos humanos, abogar
porque todos los individuos los disfruten allá donde se encuentren y destacar
un problema específico relacionado con ellos.
La cuestión que acapara la atención este
año es el derecho de todas las personas sin distinción de su sexo, su edad, su
grupo étnico, su posición social o de si padecen alguna discapacidad, a hacer
oír su voz en la vida pública y a ser incluidos en el proceso de adopción de
decisiones políticas.
Estos derechos fundamentales –los de la
libertad de opinión y expresión, la libertad de reunión y asociación pacíficas
y el de participar en el gobierno (artículos 19, 20 y 21 de la Declaración
Universal de Derechos Humanos )-
han estado en el centro de los cambios históricos en el mundo árabe desde hace
dos años, período en que millones de personas se han lanzado a la calle para
demandar cambios. En otras partes del mundo, el «99%» ha hecho sentir su voz
mediante el movimiento mundial de los indignados para protestar por a
desigualdad económica, política y social.
Como nos recuerda la Sra. Navi Pillay, Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los
Derechos Humanos, en los últimos dos años, la gente en
muchos países ha fortalecido su posición y ha dejado en claro que “justo lo
necesario” ya no es suficiente.
En
muchos países los manifestantes se han enfrentado a sus gobiernos en las calles;
no sólo en el Oriente Medio y el Norte de África, sino también en otras partes
del mundo, enarbolando reivindicaciones que abarcan todo el espectro de
derechos civiles, políticos, social, culturales y económicos fundamentales.
En los últimos meses hemos presenciado en
varios países algunos de los ejemplos más extremos de cómo se pisotean los
derechos. Muchos miles de hombres, mujeres y niños han sido y siguen siendo
torturados hasta la muerte, violados, bombardeados, atacados con artillería, tiroteados,
obligados a abandonar sus hogares y privados de alimentos, agua, electricidad y
atención sanitaria por sus propios gobiernos o por grupos armados,
aparentemente decididos a retener el poder a como dé lugar. Se trata de
gobiernos y agentes no estatales que siguen comportándose de una manera
totalmente contraria a todo lo que celebramos en el Día de los Derechos
Humanos.
Hoy deberíamos dejar de mandar algunos de
nuestros absurdos twit o whashap para saludar a todos los que tanto han sufrido,
luchando por lo que les pertenece por derecho propio, y a todas las personas en
otros países que a su manera –ya sea en Santiago o el Cairo, en Atenas o Moscú,
en Nueva York, Torrelavega o Nueva Delhi- también afirman que tenemos una voz,
que tenemos nuestros derechos y que queremos participar en la gestión de
nuestras sociedades y economías.
En España,
parece ser que hemos admitido sin más, el retroceso en cuatro décadas con
la perdida de derechos fundamentales como
el de la educación, salud, justicia asequible a todos, el derecho al trabajo, a
la vivienda, arrebatándotela por injustos desahucios, derechos laborales
conculcados, despidos libres, trabajadores que pasan meses sin cobrar su salarios,
el derecho de ancianos y dependientes que ven cómo se paralizan las inversiones
que les garanticen una atención digna … Debemos reivindicar el que nos escuchen, el
hacernos oír.
¡Hazte oír! Por que “justo lo necesario” ya no es
suficiente.
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