jueves, 24 de abril de 2008

A proposito del Dia del Libro: Un Camino de Horizonte, Molledo-Pesquera. Último eslabon en las comunicaciones con la Meseta.

Como nos encontramos en fechas de celebración del Día del Libro, he pensado que pueda tener su interés, el comentar uno que tiene relación directa con Cantabria y la comunicación con la Meseta, gracias a la colaboración de Blanca Mendiguchia, Periodista torrelaveguense, actualmente ejerciendo en Madrid, con la que compartí mesa de redacción en RNE y que amablemente, me ha facilitado este material para incluirle en este “De aquí y de allá”. El pasado 12 de marzo, tuvo lugar la presentación en la sede de la Fundación Rafael del Pino en Madrid del libro titulado "Un Camino de Horizonte, Molledo-Pesquera. Último eslabón en las comunicaciones con la Meseta. ", editado por Ferrovial-Agroman y el Mº de Fomento. El libro refleja la relevante obra de ingeniería llevada a cabo por el Ministerio de Fomento y la empresa Ferrovial en el último tramo de la llamada Autovía de la Meseta. La publicación describe, con especial interés, el diseño, proyecto y construcción del Viaducto de Montabliz, que permite el paso de la Autovía de la Meseta sobre el valle del río Bisueña en Cantabria. Sus 130 metros de altura de pila, la mayor de España y entre las 6 mayores de Europa, sus 175 metros de luz en el vano central, construidos mediante la técnica de avance en voladizo, y el diseño de su sección transversal, resuelta mediante cajón único para las dos calzadas, con anchura de plataforma de 26.1 metros, hacen de la solución proyectada una estructura muy singular.

De este libro entresaco, concretamente de la página 265, un fragmento del que es autora la periodista Marian Bárcena. UN CAMINO DE HORIZONTE es el itinerario visual de un logro. El futuro toma el relevo del pasado. La técnica y el esfuerzo llegan a su meta. El tramo Molledo-Pesquera es el último eslabón que quedaba pendiente para viajar ininterrumpidamente por tierras cántabras, desde el mar hacia la Meseta, y sin salir de una autovía. Una reivindicación legítima se ve hoy reconocida con esta solución afanosa y audaz. El trabajo de ingeniería, que hoy se entrega a los viajeros, dibuja un nuevo horizonte visual entre Molledo y pesquera: la de una carretera que vuela por collados, atraviesa montañas y se desliza por laderas, sustituyendo a la peligrosa ruta que discurre por las Hoces. Un horizonte en lo alto, con el gigante de Montabliz como icono de todo el camino, y un horizonte para Cantabria: porque inaugura un tiempo nuevo en las comunicaciones terrestres, en las transacciones, en las relaciones y en las esperanzas. La importancia de esta zona como corredor de paso nos ha dejado, a través de los siglos, ejemplos del arte de construir caminos en tierra de una geografía casi inexpugnable, de valles cerrados y disuasorios. Hace más de cuatro años que comenzaron los trabajos que hoy acaban. Después de tres años y un mes de denuedos concluye la obra en el gigante de Montabliz. En la noche del miércoles 9 de enero de 2008 se encontraban, al fin, las dos partes del vigoroso puente que faltaban para concluir la obra. Pero volvamos al gran Le Corbusier: "Una carretera no es sólo una entidad kilométrica. Es un hecho plástico en el seno de la Naturaleza". Un hecho estético. Y pensemos esta estética, veámosla: un tramo que prolonga una traza, un camino, que viene desde el mar y se adentra en la Meseta. Y cómo lo hace, esa es la cuestión merecedora, cuando menos, de este viaje de la mirada que llega en forma de libro. Lo hace con miles de manos y cifras imposibles. Planteamientos, cálculos, estudios informativos, borradores, alternativas, propuestas, diseños, voluntades, inversiones y vértigos. No es para menos: el prodigio de Montabliz se alza como un mágico y delgado tablero sobre el valle del río Bisueña. Sin este tendón, que parece volar, sostenido por apoyos esbeltos hasta la sorpresa, no hubiese sido posible salvar el vacío y continuar el camino, por el recorrido óptimo: el que se ha hallado, regresando, paradójicamente, a las preferencias de los ingenieros romanos. Ha sido un camino de ida y vuelta al collado. La historia de los caminos en este paso, vital para Cantabria, comenzó por las alturas, esas que privilegian la vista y avisan de emboscadas. Así empezó su historia de recorridos. Los primeros pobladores hollando sendas, las legiones haciendo calzadas, siempre en lo alto, huyendo de ríos y salvajes. Los pobladores medievales buscaron el abrigo del valle. Trazaron rutas sinuosas, bajas, con tal de comunicarse casi calladamente entre pueblos. Llegó el ferrocarril, como una resaca de la revolución industrial que sucedía lejos, y cruzó el territorio por otra ladera, pero serpenteándolo. Vinieron mejoras al Camino Real, accesos, variantes, pero faltaba el último eslabón en la especie. La evolución de los tránsitos debía dar el prototipo, el que resume y corola todos los afanes, todas las soluciones posibles. Lo que resulta cuando muchas ideas se decantan y trabajan unidas a lo largo del tiempo. Ese logro de los afanes es el tramo de carretera que se hoy se abre: doce kilómetros y medio de tierra cántabra con sus puentes majestuosos e hipnóticos, sus túneles, sus pasos superiores y sus recoletos viaductos. Hemos querido reconocer tanto esfuerzo, recogiendo los nombres de los que han trabajado en esta obra, a la intemperie o bajo techo, con su sudor o con sus ideas. Los que han gastado sus manos en medio de un paisaje que se alza ahora, más hermoso si cabe, y los que han curtido sus pensamientos proyectando, buscando el óptimo; los que han puesto voluntad, esperanzas y los que han puesto servicio. Por todos ellos ha pasado una parte de la Historia. Todos en un único afán. Tantos anhelos se ven ahora colmados.

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