Díaz de Villegas (Santoña, 1948) no es un militar pusilánime o impresionable. Ni siquiera por los horrores del Congo, sumido desde hace décadas en una cadena de guerras y rapiña que han costado la vida en la zona de los Grandes Lagos a cinco millones de personas desde 1994. "Soy consciente de los riesgos que entraña cualquier misión, para militares y para civiles. Y sé que estos riesgos son inherentes a cualquier conflicto. Mi dimisión no se debió a ellos", escribe el general en su informe, al que ha tenido acceso EL PAÍS.
Forjado en la Legión y en unidades de Operaciones Especiales, fue jefe del primer contingente en Kosovo, en 1999; de la Brigada Ligera Aerotransportable cuando un helicóptero con 12 de sus subordinados se estrelló en Afganistán en 2005; y de la Comandancia de Melilla, uno de los puestos más sensibles del Ejército.
Tampoco tiene fama de acomodaticio. En 2002, el ministro de Defensa, Federico Trillo, lo puso en la lista negra porque exigió que la orden para que sus soldados limpiasen el chapapote del Prestige se cursara por la cadena de mando reglamentaria.
Villegas aterrizó el 29 de septiembre en Kinshasa en un avión de la Fuerza Aérea española, con un reducidísimo equipo de apoyo que integraban un teniente coronel, un brigada y dos cabos.
Su primera sorpresa fue enterarse de que sólo 10 días antes, sin que nadie se lo hubiese advertido, la MONUC y el Gobierno de Kinshasa habían firmado el llamado Plan de Separación, que fijaba una zona desmilitarizada entre las tropas gubernamentales del presidente Kabila y las milicias de N'Kunda. Los cascos azules se comprometían a imponer su aplicación a la guerrilla, con la que Kabila se negaba a negociar.
"Dicho plan equivalía, en mi opinión, a un caso claro de misión a la deriva o fuera de control [mission creep en el orginal en inglés]", escribe el general. "Se trataba de aplicar presión militar sobre grupos armados a través de acciones ofensivas para las cuales las tropas de MONUC no tenían mandato ni capacidad. De hecho, dicho plan estaba totalmente divorciado de la realidad".
Villegas sabía de qué hablaba. Lo primero que hizo tras asumir el mando fue visitar los destacamentos de la MONUC en el este del país (Kanyabayonga y Sake, en la provincia de Kivu Norte; Millembwe y Wallangu, en Kivu Sur; y Kamatsi y Bogory, en Ituri), donde actuaban no sólo la milicia tutsi del CNPC, sino también los Mai-Mai y las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR), grupo hutu apoyado por Kinshasa en los que se habían integrado antiguos interhamwe (los que matan juntos), responsables del genocidio ruandés de 1994. ...
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