Durante la era bizantina, la ciudad conoció su momento de mayor apogeo, llegando a tener una población de unos veinte mil habitantes y convirtiéndose en una de las ciudades más importantes del Imperio Bizantino. Hasta la ocupación otomana, en 1460, Mystrás fue un importante centro cultural e intelectual que congregó a sabios y artistas de la Europa del Este, Italia y Constantinopla, como el pensador neoplatónico Pletón.
La jornada, amaneció con un cielo totalmente azul y la previsión de altas temperaturas, así que la visita comenzó bien temprano, dispuestos a andar entre ruinas, zarzas y caminos de piedras y tierra. El planteamiento fue el de efectuar el recorrido por entre el conjunto eclesiástico de Mistrás, que llegó a ser un importante centro de la Iglesia Bizantina, visitando la capilla de Ágios Giorgos, o los templos de Ágios Theodoros y de Afendikó.
Aunque dejó de tener vida propia hace mucho tiempoo, sin embargo, el lugar se encuentra lleno de un encanto que invita a pasear por entre sus silenciosas calles, descubriendo nuevos edificios y contemplando las maravillosas vistas del Taigeto, así como las montañas y sus laderas colmadas de olivos y frutales. Mi consejo para futuros visitantes, es que se lleven el bocata y refresco o pic nic y bajo de la sombra de cualquier arbol, se sienten y disfruten de este ambiente, olvidandose de la comida del restaurante y tras esto reanudar viaje, ya por la tarde, con destino a Olympia, cuna de los Juegos Olimpicos de la antiguedad. - - - - -
Olympia fue, durante cientos de años, el centro religioso y atlético por antonomasia de Grecia. Los Juegos Olímpicos (776 a.C. – 392 d.C.), celebrados cada cuatro años durante la última luna llena del verano, eran los de mayor importancia de la Hélade, y en el transcurso de los mismos se declaraba una tregua respetada por todas las ciudades griegas, bajo pena de verse castigadas por sanciones muy duras.
En este punto del recorrido, la afluencia de visitantes, a diferencia de Mystras, comienza a ser mas numerosa, con lo que el encanto de la visita decae un poco, pero no su interés.
El recinto arqueológico que hoy día comprende Olympia es amplio y cuenta con varios lugares de gran interés. En primer lugar se encuentra la Palestra, el centro de entrenamiento cuyo patio con columnas se ha convertido en la imagen del lugar, especialmente en primavera, cuando los verdes y malvas de la vegetación añaden su particular nota de color. Y es que uno de los principales encantos del lugar es su integración en la naturaleza. Las ruinas se encuentran en perfecta armonía con el entorno, donde los olivos, adelfas y otras especies vegetales se asocian con la piedra labrada por el hombre formando un santuario único en el mundo.
Hay que destacar también el taller del genial escultor Fidias, el templo de Hera, el estadio, con una pista de 192 metros de longitud, y el templo de Zeus, con los formidables restos de sus columnas desperdigados por el suelo. En su interior se hallaba la estatua de Zeus, una de las Siete Maravillas del mundo antiguo. Esculpida por Fidias, medía unos doce metros de altura. La figura de Zeus estaba labrada en marfil, mientras que el trono sobre el que se sentaba estaba hecho de madera de cedro revestida de oro, marfil, ébano y piedras preciosas.
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Visitado el Museo Arqueológico, donde se pueden contemplar una gran colección de piezas, hacer alguna compra en los bazares y tiendas que hay en el exterior, nos vamos a comer, para después reanudar el viaje hasta Delfos y dormir, nada menos que en MonteParnaso a unos pasos del Oráculo, cruzando previamente la bahía de Corinto y ver alguna ciudad como Patras, Lepanto o Itea.
Estos juegos tenían un carácter claramente sacro, ya que estaban dedicados a los grandes dioses, especialmente a Zeus y Apolo, y solo podían competir en ellos los griegos que fueran hombres libres.
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