viernes, 15 de agosto de 2008

TORRELAVEGA. UN POCO DE HISTORIA. Cap I

Para aquellos que no son de Aquí (aunque tambien para ellos) y que se acercan a este blog por curiosidad, desde Allá, les invito a conocer un poco este lugar que se llama Torrelavega y que un dia, hace ya algun que otro siglo, se llamó Torre de la Vega. En sucesivos capítulos iré desgranando los aspectos mas destacados de esta ciudad, desde sus orígenes hasta nuestros dias, recogiendo textos de varios cronistas, entre estos, el que transcribo a continuación de Mauro Muriedas, incluido en el libro "Esto es Torrelavega", editado por el Ayuntamiento de la ciudad.

DESDE LOS ORÍGENES

Antigua tierra de torres señeras y señoriales, feudo de feroces señores feudales, Torrelavega, en sus lejanos orígenes, no desmiente a su bello topónimo, pues una imponente torre defensiva se alzaba en medio de una húmeda y fértil vega rodeada de montañas bajas y bañada por las aguas del Saja y el Besaya, dos ríos confluentes que se encuentran en su curso y juntos siguen el rito fluvial de morir en la mar, en este caso en el vecino cementerio marino de Suances. También es conocida por Ciudad de los Garcilasos, porque ellos, una famosa estirpe de guerreros y de poetas, la fundaron en una fecha imprecisa, por remota, de los albores de la historia. Hoy lleva acuñado el escudo institucional de Torrelavega el lema AVE MARIA, ganado en buena lid en la famosa Batalla del Salado (1210) por un belicoso Garcilaso de la Vega. Igualmente, se atribuye a una poderosa mujer de la saga, a la “sagaz“ doña Leonor de la Vega ( “rica y fiera fembra” la considera, sin mucha consideración que digamos, Menéndez Pelayo), madre del Marqués de Santillana, el parto y la gestación virtual de aquella minúscula y primitiva puebla de labradores sin tierra. Este fue el primer favor histórico, que no habría de ser el último concedido a Torrelavega por una gran dama. En calidad de Reina Regente del Reino, en nombre de su hijo Alfonso XIII, María Cristina concedió el título que convertía a Torrelavega de Villa en Ciudad (1895). Años más tarde, un gesto no menos magnánimo de la reina Victoria Eugenia, presente ella y los infantes en la inauguración oficial de los campos de deportes del Malecón (1922), otorgó el epígrafe monárquico de ‘Real’ a la Sociedad Gimnástica, fundada, paradójicamente, por republicanos de pro como Gabino Teira (1895-1963), comerciante de paños, presidente de la Diputación Provincial de Santander (1933-35) y co-fundador a la vez de la Gimnástica (1907) y de la Biblioteca Popular (1927).

LA CIUDAD DE TORRELAVEGA . En los anales de la ciudad figura como fecha memorable el 6 de agosto de 1881, día en que Alfonso XII visita Torrelavega –donde se le recibe con fervor monárquico- de camino a su residencia estival de Comillas. Hizo las veces de anfitrión el General Ceballos (1814-1883), Marqués de Torrelavega, héroe de las dos contiendas carlistas y ministro de la Guerra en dos ocasiones. Otro destacado militar nacido en Torrelavega, el General Castañeda (1792-1872), Conde de Udalla, participó también de forma heroica en la primera carlistada. Dos razones de peso, “El aumento de población y el progreso de su industria”, como consta en el comunicado oficial de Palacio, indujeron a la Casa Real a otorgar a Torrelavega el certificado de ciudadanía. Efectivamente, la multiplicación de la especie, a pesar de las epidemias de cólera, era un hecho demográfico innegable: de los casi tres mil habitantes censados en 1850 se pasó al registro capicúa de 7.777 en 1900. Ya en la segunda mitad del siglo XVIII había empezado a esbozarse el perfil pragmático y progresista de Torrelavega. Las torres con almenas sucumben finalmente al asedio de las torres humeantes y van surgiendo sobre el terreno, en las márgenes del Besaya, los primeros chispazos de su poderosa vocación industrial; en principio, fábricas de harina y de curtidos. Más adelante, en la última década del siglo, se alza la increíble silueta de una fábrica de hilaturas y tejidos, inesperado anticipo en pequeño formato de la futura SNIACE, pionera en la producción de celulosa. Pero lo más curioso, por insólito, es que el Duque del Infantado, político influyente y hombre acaudalado, lejos de encerrarse en su torre de marfil, decidió vivir igual que quienes lo hacen por sus manos: de las rentas del propio trabajo y del ingenio creativo. De esta forma, un grande de España, Pedro Alcántara Álvarez de Toledo (?-1841), se convirtió cronológicamente en el primer capitán de empresa en la historia de Torrelavega. Lo hizo al frente de un proyecto industrial que sólo fue posible con el apoyo profesional de técnicos cualificados procedentes de Inglaterra, Alemania y Cataluña. De las torres ociosas quedó en pié sólo su nombre. Por ejemplo, Torres, pueblo natal de José Luis Hidalgo (1920-1947), “el poeta de más grave voz y hondo sentimiento de que pueden ufanarse acaso las letras montañesas“, escribió José María de Cossío. En su recuerdo, el Ayuntamiento de Torrelavega aún mantiene vigente la convocatoria del Premio Nacional de Poesía José Luis Hidalgo, que junto al colegio público que lleva su nombre y la recientemente inaugurada Aula Permanente J.L. Hidalgo, en el CN Foto, Jose Manuel Rotella, hacen que perviva en la memoria de la ciudad, su recuerdo...(continuará)

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